Te sentas en el escritorio dispuesta a
estudiar todo lo que tenes que estudiar. Empezas de lo mejor, con todas las
pilas. En una de esas miras tu celular. Primer pensamiento. Primer recuerdo.
Chau, perdiste toda tu concentración.
Hace algún tiempo, seguramente en un día
tan aburrido y monótono como hoy, hubieran estado hablando. Por lo que para vos
ya dejaba de ser aburrido, porque hablar con él era y es lo más entretenido e
interesante que te podía pasar en el día.
Y llego Julio, miras por la ventana y te
acordas que hace ya tiempo no se ven. Porque la última vez fue a esta altura
del año. Iban todos por las calles abrigados, con camperones, muertos de frio.
Pero cuando lo viste, después de tanto tiempo, se abrazaron. Todo el frio que
podían llegar a sentir se les paso, como si sin problemas podrían andar en
remera. Por la ventana ahora vez un sol tranquilo, acompañado de algunas nubes,
y recordas así todas las calles que caminas ese mismo día con un sol casi igual
al que ves hoy.
Ahora estas tirada en el sillón “mirando”
la televisión. Por el solo hecho de estar en ese sillón recordaste cuando, en
esa visita exprés, te abrazo y te acomodo en su pecho cuando veían esa película.
Agradeciste que fuera larguísima, así podías abusar de la comodidad de su
cuerpo. Y de repente... Upss... Que paso? A la mujer fuerte se le escapo una
lagrima, recordando, casi sintiendo, lo protegida que se sintió en ese momento.
No había nada ni nadie que le pudiera hacer daño, pero ahí, en su pecho, era la
tipa más frágil y débil.
Te cansaste de ver tele y te vas a dormir.
Y devuelta un recuerdo a tu mente. Ya perdiste la cuenta de cuantos van. Te
acordaste de ese mensaje que alguna vez te escribió diciendo que con vos quería
compartir un sueño. El más sencillo de todos para otros. El soñaba con dormir
abrazado a alguien a quien quisiera mucho, que en ese momento eras vos. Y ahí
moriste de ternura. Más que de ternura de amor. En ese momento lo convertiste
en propio. Paso a ser tu sueño también. Volviste de tu recuerdo y sabes que
ahora es solo tuyo. Y desde ahora soñar no solo con dormir con alguien a quien
queres, desea dormir solo con él. Pero él ya lo debe haber cumplido con la
persona que ahora quiere y ama. Te aferras un poco más a la almohada e intentas
dormir.
Asado de sábado por la noche. Muy veraniego
todo. Patio. Estrellas. Lo mismo de siempre. Puuuummm…! La memoria te llama,
aunque más que llamarte ya te grita. Esta vez te trae otro mensaje. Una
conversación donde se hacía presente la histeria. Jugando con fuego. Entre
chistes lo invitaste a que venga, sabiendo que estaba a kilómetros y claramente
no vendría. Como tu familia no lo conoce había que presentarlo. El problema: ni
vos, ni él sabían que eran. Amigos? No… ya habían pasado esa barrera. Novios?
Tampoco… Nunca lo hablaron. Vos haciéndote la viva le dijiste: “- ¿con el título
de que vendrías?”, doblegando la apuesta te llego un “- y a vos con el título
de que te gustaría que vaya?”. Apá!. Esa no te la esperabas. Evadiendo la
pregunta le pusiste que a vos no te tenía que gustar, que no tenías problema. Leíste
un “escribiendo” que te puso ansiosa. Al toque te llegó un: “En calidad de
novios entonces”. Nunca te habías mordido el labio de esa forma, con esa
sonrisa tan particular. Tan así que tu familia se dio cuenta, te miraban cómplices
y con sonrisitas picaras que te daban risa. Y ahí le diste una despedida a la
histeria. “A mí también me encantaría que vengas como novio”. Sonreíste
nostálgica por ese recuerdo que sabias que en algún momento si iba a volver a
repetir.
La memoria a veces se convierte en enemiga.
Nos recuerda todo el tiempo, en pequeñas acciones, gentos, muchos cotidianos,
lo que queremos olvidar. Esos recuerdos que nos hacen mal, que duelen bien
adentro. Siempre nos trae eso que quisiéramos cambiar y ya no podemos, porque
el tiempo pasó y ya no va a volver.
Vaya desde aquí, mi cama, un beso grande
para la memoria inquieta. La que nos trae recuerdos en los momentos más
inoportunos haciendo(me) inquietar.